Me ha gustado recordar aquel
tiempo
cuando la tarde lo era todo.
Era verte llegar colgando
palabras dulces
y contar una a una las
últimas luces
que alumbraban nuestras voces...
Era, caminar por el borde de
las cornisas
mientras tú me mirabas desde
el jardín
cubierto de rosales que
henchidos de vernos
abrían en canal sus venas
púrpuras
derramándose complacidos en
nuestros labios...
Ahora la lluvia habita en mis
tejados.
Empapa todo bajo este cielo
gris lacerante
que sueña con verme de nuevo,
danzando etérea sobre los
aleros,
para rozar sus mejillas con
la punta de mis dedos.
Todo lo demás es huida y
desfase de los relojes
que entonces enmarcaron
aquellos gestos
en cada mirada, en cada
ademán
en los que nos condenamos a
ser eternos…
Como una leyenda que todos
contaran
y nadie conociera a ciencia
cierta…
Pues lánguidas mis tardes
esperan cada día a la noche
para dejarse morir lejos de
mí
en la escarcha de los
silencios…
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Elizabetta Puig® / Derechos Reservados
Imagen:Galatea Santos®