EL ÁRBOL...


Al árbol de tu mortecina existencia 
no le florece la vida. Ni tampoco la muerte.
Sigue ausente en lo profundo
de su tronco adormecido. 
Le llueven primaveras insolentes
como a los ventanales moribundos
de cualquier chamizo mal construido 
entre la maleza del olvido.
Y se va empapando, gota a gota gélida,
entre las oquedades por las que a duras penas 
discurre su singladura.
Sólo el río le acompaña, sólo el cauce...
Y es un pésimo compañero. 
Huye de su destino a fuego lento
y corriente a paso ligero.
Entre las sombras de tanta miseria.
nadie conoce la huida de tu sabia 
del palpito recóndito y lejano
que late en el fondo de tu abolengo.
Y a tu árbol, que en invierno se torna ocre y lastimero,
no le cunden los nidos ni las mariposas, 
ni el ámbar pétreo ni los hormigueros juguetones.
Aun así, sigue anclado a la tierra que le abraza,
quizá a la espera del rayo y su azote
buscando su muerte certera.
Entonces su destino apenas sea el lar
donde un fuego de madrugada
convierta por fin en cenizas tus entrañas...
.
Elizabetta Puig® / Derechos Reservados
Imagen: Galatea Santos® /BUEÑO (ASTURIAS)

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